En un lugar de la galaxia, de cuyo nombre no puedo acordarme, decidieron levantarle una estatua a la crítica. Colectaron miles, arrendaron el punto más céntrico y pagaron al mejor escultor, traído de un sitio cuya distancia justificaba sus honorarios.
El artista comenzó. Al cabo de muchas lunas y algunos soles quedó lista la obra. Era perfecta, pero cuando todos la hubieron mirado le descubrieron un defecto imperdonable: su inquietante sugerencia que les impidió dormir tranquilos. Se sentían denunciados por aquella insolencia pública que les robó la plaza.
El artista comenzó. Al cabo de muchas lunas y algunos soles quedó lista la obra. Era perfecta, pero cuando todos la hubieron mirado le descubrieron un defecto imperdonable: su inquietante sugerencia que les impidió dormir tranquilos. Se sentían denunciados por aquella insolencia pública que les robó la plaza.
Cuando insinuó que faltó bronce en su figura, cuando echó luz sobre la intolerancia tolerada y gritó la incultura de los hacedores de estatuas, cuando demostró que nadie quería saber de ella y su modelo, empezó a molestar.
Entonces todos, con el escultor a la cabeza, decidieron derribarla.
Ah, la crítica es buena siempre y cuando no trate de uno no, Mila? complicado entonces nuestro oficio, que es ejercicio diario del criterio si se quiere hacer bien.
ResponderEliminarSí, María Antonieta. Si algo le hace falta a este planeta (y digo planeta porque no veo excepciones) es un poco más de transparencia para escuchar todas las opiniones, sin ofuscarse.
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