lunes, 9 de julio de 2012

Caguayos

Aunque parecen los bichos más callados del mundo, los caguayos hablan. Lo supe hace tiempo, en los días de corretear mi infancia nueva de paquete por Santa Cruz del Sur. 

Cierta vez que perseguíamos uno, Pastora, la anciana de verdísimos espejuelos que apenas salía de su casa, nos reveló el secreto:
 
―Cuando yo era chiquita -dijo la mujer- dos muchachos torturaban un caguayo y este se dio la vuelta y les preguntó por qué lo hacían...
 
No hizo falta más que imaginar la escena. Con su relato escalofriante, la viejita había pronunciado el indulto de aquel animalillo caleidoscópico y me había impuesto la inmunidad para toda esa familia, por los siglos de los siglos.  

Mas también certificó mi condena: desde entonces arrastro la más firme convicción de que al darles la espalda, los caguayos cuchuchean entre ellos:
 
―Mira al bicho de un solo color: otro más que tuvo que aprender a respetarnos.

6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. José: Muchas gracias por acercarse a esta estampa cubana. Un saludo.

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  2. Yo era de las malas... los agarraba y practicaba operaciones con ellos.
    Me veían y comentaban: ahí va un bicho de un solo color, pero es peligrosísimo.

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    1. Lo sé, Mar, sé que eras de las bellacas (como diría El Quijote), pero tu osadía hubiera durado hasta el día en que escucharas a uno de ellos gritar: "¡Enfermera...!", cuando te acercaras con tus instrumentos quirúrgicos. A mí me tranquilizas con tus post, pero considera a los pobres caguayos: ellos pueden hablar, pero no saben leer, así que no tienen tu anestesia digital. A propósito, cuando necesite operarme voy a llamarte. ¿Te atreves?

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    2. Sólo si firmas un acta de: Me hago responsable de lo que me ocurra. :)

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