jueves, 28 de marzo de 2013

Eros y Prometeas


¿Qué voy a hacer? También yo tengo mi corazoncito, aunque a cada rato me burle de él. Como las causas, me persigue perseguir mujeres imposibles. En algún lugar tropecé con Diana, una rubia de catálogo nacida en Canadá, y quedé prendado (he de decir prendido, cuando ella lo permite). Miles de kilómetros después, en una casa perdida de Belice, encontré a Norah, más joven, más tierna, suerte de lienzo mitad estadounidense y un poco de la India, y sentí que había encontrado el amor de mi vida.

Pero más tarde di con Sade, la mayor de las tres con raíz bifurcada de Inglaterra a Nigeria, y entendí que era Ella, ¿quién más podría ser? Así me volví promiscuo: quiero fundar un harén de tricolor bandera, quiero tenerlas a las tres, si se puede simultáneamente, reiteradamente, incansablemente. Yo quiero amarlas con todos los adverbios que empiecen en mi mente. Quiero en mi cama y en mi mesa, sin ninguna protección, escuchar a la Krall, la Jones y la Adu, tres diosas que robaron del Cielo el fuego de la canción y nos lo dan, en heroico intento por salvarnos.

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