A
veces, cuando quiero, soy el tipo más despistado del mundo. Una
amiga me copió unos muy modernos animados rusos y yo —porque están
deliciosos y porque no todos los días puedo hacer un regalo de valor—, decidí compartirlos con otros buenos seres de este mundo
que en seguida lo agradecieron.
Así,
oportunistamente, aproveché aquel recurso gratuito para seguir
contagiando satisfacciones. Le pregunté a otro amigo:
—¿Tú
ves muñequitos...?
—No...
-respondió con tono dudoso y cara extraña.
Le
expliqué sobre el tesoro que ofrecía: es tremenda esa Masha,
siempre complicándole la existencia a su contrafigura, un oso tan
buena gente que ya quisiera yo tenerlo de vecino. Ellos dos me
hicieron entender que es cierto: un día dejaré de ser niño... pero
para eso me faltan unas cuantas vidas todavía.
Continué
con mi tesis: los cubanos parecemos hijos del bandazo. Primero todo
ruso, ahora lo ruso es fruta exótica entre tanto policial
estadounidense, tanta sangre en inglés, tanto cuerno brasileño
entre chinas recetas y algún bailecito nupcial con novia de la
India. También en muñequitos los rusos han crecido un mundo, le
añadía.
—Bueno,
sí, voy a copiarlos -dijo entonces con rostro de aliviado. Lo puso
en su laptop y minutos después ya sonreía.
Fue
un buen rato más tarde, armando los pedazos, que entendí su cambio
repentino. Resulta que en la calle muchos llaman “muñequitos” a
cierta pornografía clandestina que circula pequeña pero igual de
atrevida, y quizás mi amigo pensó que yo le ofrecía un material
cargado de curvos “materiales”.
Ya
dije que no soy el super perspicaz; que a veces, aun cuando no quiero
también soy despistado. En cambio en esta ocasión no me avergüenzo
de andar en larga caminata por las nubes.
Es
cierto: una mujer desnuda es siempre un verso, en cambio no imagino
al tío Estiopa, al responsable y ocupado tío Estiopa, dejando al
pairo el tránsito rebelde de Moscú para irse a un discreto motel de
la estepa a grabar un video hot con la frígida reina de las nieves.
Te declaro culpable de mis sonrisas mañaneras. También disfruto con Masha y su oso y adoré descubrir ese rostro pícaro en la boca del Caimán. Luego tu despiste, y, como siempre, tus silencios...
ResponderEliminarSi voy preso por esa culpa seré el reo más satisfecho del mundo. Me alegra comprobar los progresos de Masha. Ya puede trasmitirnos otro gran orgullo: el de ocupar un rato de Ojos a la N.
ResponderEliminarmuy bueno compañero, a todos suele suceder que vamos un poco para el lado que sopla el viento, pero sin mala leche, es la actitud humana que nos empuja, Saludos.
ResponderEliminarComo dice. amigo José; la acitud humana, ese eterno misterio que empuja la vida. Gracias. Un saludo.
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