domingo, 17 de noviembre de 2013

Mi madre al teléfono

Hoy hubiera llamado a mi madre. Pero ella no está en su casa y allá donde ha ido no tiene un teléfono desde el cual escucharme. A una madre se le llama en cualquier fecha, pero hay días en que me urge cambiar la mano con que cargo el planeta y requiero que su voz me inyecte fuerzas supermánicas.

—¿Cómo estás mi’jo? –dirá ella invariablemente, mas el lugar común a mí me sabrá invariablemente a palabra florecida.

Bienaventurados los aceros humanos, los hijos sin nervio. Lo que soy yo, cuando siento que el encargo que tengo sobrepasa mis fuerzas hablo con ella de las cosas más nimias y resuelvo en la charla dos problemas: por un lado fortalezco mi espíritu con su limpia corriente y por otro le regalo exigencias que saben a caricia:

—¡Cuídese mucho, Mima…!

Yo la trato de usted; soy un hijo jurásico… lo ha pensado de mí más de un contemporáneo. Muy temprano en mi casa invertimos las sílabas, y allí donde casi todo cubano dice Mami, democráticamente optamos por el Mima. Nosotros, siete “tús” diferentes cual urgentes brochazos de arco iris, también nos pusimos de acuerdo para honrar su estatura diciéndole “usted”.

Tan certeros anduvimos que ahora que está así, demasiado viejita para mi susto, ahora que se reduce por la extraña fuerza de gravedad que parece podar a los ancianos, ahora que nos sentimos persuadidos de que la vida le escamoteó el premio que merece, ella se ve más alta y más grande a los ojos de nuestros corazones.

Tanta charla no resuelve el problema, ya lo sé. Este tiempo de texto debió ser otro diálogo telefónico porque hay días sin brújula, sin velas y sin viento en que de poco valdría tener el mejor barco. Hoy la hubiera llamado. ..

No tengo remedio; la engaño porque soy un ser cuidadosamente imperfecto: casi siempre mi madre cree que llamo para saber de ella, cuando en realidad llamo para saber de mí. Sin su guía naif no sé por dónde ando. Tal vez ella se asombre de la simple llanura de mi conversación, de mis temas sin cresta y mi tono tranquilo que linda en el bostezo.

A menudo la llamo para oírme en su voz. Casi nunca le planto dolores en el auricular y de vez en cuando me doy incluso el lujo de la broma para que Mima no sepa que alguna vez su hijo, tan hombre, tan serio, tan sobrio y tan crecido, cuando cuelga se acuerda de llorar.    

17 comentarios:

  1. No hay dudas, las palabras del alma siempre son las perfectas. Es un texto EXCELENTE!!! Gracias,

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    1. Gracias, Klenia. Has escrito excelente de un tamaño que casi caigo en la trampa de creerlo. Pero de todos modos me satisface haber hecho esta estampa familiar y que te haya interesado. Recibe un saludo EXCELENTE.

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  2. uffff me hiciste llorar y reflexionar en cuan importante son ellas para nuestras vidas

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    1. Así es, son lo más importante. Y lo bueno es que lo apreciemos con ellas vivas. Gracias.

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  3. Qué crónica tan sensible Kike querido... yo, que estoy medio triste ultimamente, la hago mía y le añado de nombre Oliva.
    Un beso afilado, como tus colmillos.

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    1. Entonces te voy a llamar, como hago con Mima. Y espero que estés ahí.

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  4. Bellas palabras, siempre me conmueves aunque no deje huellas con mucha frecuencia en estas aguas ;)
    Yo, condenada como estoy en esta distancia, también trato de hacerme la fuerte cada tarde (generalmente después de las seis, cuando las tarifas de ETECSA son más ¿generosas?) para disimular una tristeza que a veces me consume en demasía...
    Un besito

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    1. Yaima: Ya somos un poquito más fuertes, compartiendo tales afinidades. Gracias por tu aliento. Mucha suerte para ti y para ese sol particular que llamas en las tardes de Chaparra. Un beso.

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  5. Mila, qué celebración tan llena de desgarramientos!. Qué hermoso regalo en el más cotidiano de los días. Todos para mí son días de las Madres. Ojalá todos fuéramos buenos hijos buenos. En tu post encuentro a otra Mima, mi abuela paterna. Así le decimos hijos, nietos... así le decía mi abuelo Mipa, quien ya no está y al que le estoy debiendo muchos textos.

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    1. Sí, Yanetsy, ojalá todos fuéramos buenos hijos buenos. El mundo sería otro. Entonces, como ves, esta es mi madre. Y este soy yo. Gracias.

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  6. Cuando encuentro gente de alma tan linda me conmuevo, me siento renacer y pienso entonces que cada día vale la pena. Te pido permiso para sentir cercanas, familiares, tus palabras. Agradezco la sensibilidad que te asiste y no puedo más que desearte muchos días, tardes, noches de inspiración.

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  7. Es un honor para mí que sienta cercanas, familiares, mis palabras. Y no puedo más que agradecer un elogio tan intenso. La inspiración puede llegar, más que por mí, invocada por gente como mi madre, por gestos como el de usted... Un saludo afectuoso.

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  8. Carlos Luis Sotolongo Puig26 de noviembre de 2013, 18:27

    Enrique: mi mamá se llama Galinka (sí, es un nombre) y no puedo estar tranquilo si no escucho su voz todos los días. Desde la Universidad desafío lasguísimas colas en el teléfono público con tal de escucharla.
    Preciosas palabras, Enrique... con tu permiso, se las llevo a mi madre.

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    1. Claro, Carlos Luis, que puedes llevarle estas palabras. Todos los teléfonos del mundo debieran hablar a las madres. Un saludo.

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  9. Amigo, qué manera de poner la firma en el mejor rincón del corazón. Hoy estaba "venidito a menos", tu escrito fue un buen remedio para superar el bajón, gracias y un abrazo

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  10. José: Me complace saber que este texto te ayudó a mejorar tu día. No he sido yo: ya ves cuánto bien puede hacer una madre. Un abrazo, hermano.

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  11. Mila: Tienes toda la razón y es bueno sentir estas cosas cuando tenemos a nuestras madres al lado, así podemos demostrárselo sin que ellas lo esperen, porque así somos: damos todo sin nada a cambio y tu mami no es la excepción. Disfrútala siempre!!! Gracias por algo tan lindo!!!!

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