Se conocieron en Internet, chatearon un poco, y cuando se dieron cuenta de que eran el uno para la otra, y también viceversa, se casaron en vivo y en directo. Tuvieron un matrimonio de punta, con múltiples hipervínculos, hasta que a ella le apareció un virus de una máquina ajena… ¿o también viceversa?
Así mismo. Yo siempre tuve mi recelo: la otra, con todo y su vestido de domingo, con todo y que se aferra a la caligrafía sobre papeles amarillos para encoger la espera, terminaría por ver pasar, una tras otra, a las máquinas… ¿cada una con su propio virus? asomado por sus miles de ventanas. Pero no hay que “amilanarse”, Enrique: parece que eso de hipervincularse sentada en el banco del andén, le dio pesadillas a ella (lo malo es que tampoco viceversa), tal y como usted nos lo cuenta. ¡Y el uno que no llega! Y ella que sigue allí, llorando… Como el neanderthal, Enmileo.
ResponderEliminarDe verdad, no sé qué es más "raro", si mi post (que lo es bastante) o este comentario que agradezco mucho porque nunca he confiado demasiado en las palabras "claras". Por eso le doy una respuesta muy convencional, la mejor que conozco: gracias.
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