Mi madre, su comadre... Mi madre, la misma que anoche no pudo ocultarme en el teléfono una honda congoja:
—Es que Martha murió... -respondió, apagada, a mis preguntas.
Entonces vinieron los detalles: un cáncer “en el interior”, como si acaso hubiesen cánceres externos. Y yo que no lo supe, que no pude pasar al hospital a verle. Y yo que no pude brindarle un "hasta luego". Y yo que no identifiqué en el aroma enrarecido de estos tiempos el olor del último tamal en la mesa de Martha la Gorda, mi vecina, que todavía marchando me invitaba.
En ocasiones como estas yo quiero regresarlo a su niñez descalza y risueña; entonces seguro que ya escribía, pero allí no había dolores para contar. Usted escribe sus memorias, qué suerte!, y una quisiera protegerlo... sinceramente.
ResponderEliminarCreo que entonces leía y miraba, que son las primeras fases de todo texto. Si supiera, a mi infancia me escapo a cada rato. Por eso a menudo no estoy aquí. Gracias.
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