viernes, 19 de octubre de 2012

Tamales

Los mejores tamales. Los soñados congrí. Las mariscos divinos... Martha la Gorda, mi vecina de al lado en el Santa Cruz de antiguos calendarios, conquistó mi alma de muchacho a puro sazón. Como en su casa eran unos milímetros menos pobres, de vez en cuando ella nos invitaba a mi hermano Iván y a mí, que crecíamos parejo con sus muchachos, a comer algún plato especial que yo discretamente traspasaba a mi madre mientras todos tenían el cuidado de fingir que no lo notaban.

Mi madre, su comadre... Mi madre, la misma que anoche no pudo ocultarme en el teléfono una honda congoja:

Es que Martha murió... -respondió, apagada, a mis preguntas.

Entonces vinieron los detalles: un cáncer “en el interior”, como si acaso hubiesen cánceres externos. Y yo que no lo supe, que no pude pasar al hospital a verle. Y yo que no pude brindarle un "hasta luego". Y yo que no identifiqué en el aroma enrarecido de estos tiempos el olor del último tamal en la mesa de Martha la Gorda, mi vecina, que todavía marchando me invitaba.

2 comentarios:

  1. En ocasiones como estas yo quiero regresarlo a su niñez descalza y risueña; entonces seguro que ya escribía, pero allí no había dolores para contar. Usted escribe sus memorias, qué suerte!, y una quisiera protegerlo... sinceramente.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que entonces leía y miraba, que son las primeras fases de todo texto. Si supiera, a mi infancia me escapo a cada rato. Por eso a menudo no estoy aquí. Gracias.

      Eliminar