lunes, 19 de diciembre de 2011

Cuatro camisas

Recién estuve en casa de un muerto entrañable. Fui, a pedido de su familia, a recrearlo. Sí, a re crearlo: a compartir historias que nos confirman que todavía anda por ahí, suelto y sin transplantar, con su cubanísima estampa de jodedor criollo, con su porte de Quijote muy loco montado en una moto y de médico de otro mundo, neurocirujano (le dijo alguna vez alguno) sin cara de neurocirujano.

La gente no lo deja en paz porque sabe que el descanso no es lo suyo. Se dice tanto y tan bueno todavía que por su tumba ya han visto rondando leyenda: “En un lugar de Camagüey, de cuyo nombre...”

Lo primero que comprobé fue que él vive en su casa; no muere en el cementerio. Y como anfitrión principal de mi visita, le vi en constante ajetreo, ocupándose de que en mi sexteto de horas por allí yo la pasara bien con su madre y hermana, dos contundentes versadoras, y con su padre, un interlocutor rulfiano.

La charla a veces pareció montaña rusa: en ojos de las mujeres, las lluvias llegaban sin respetar el parte meteorológico y podían inundar los dos opuestos pluviómetros de las lágrimas, pero siempre el orgullo vencía a la amargura. Así, el reloj corrió sigiloso.

―No sé si tienes prejuicios... -me dijo al cabo la madre, antes de mandar a darme algo.

Le respondí que no, que pocos, aunque me abundan certezas de no merecer. (Aquí omito, por supuesta, una controversia de afectos...).

Bueno, el asunto es que acepté, cual presente de alma y no como obsequio de tienda, algunas camisas que antes llevó mi amigo. Willy no iba a rendirse con la muerte; ahora anda multiplicado, porque otras personas recibieron regalos similares.

No sé cómo les irá a ellas, pero a mí, que vestiré esas piezas con la honra más grande que consiga, solo me preocupa saber si llenaré, con la talla precisa que hace falta, el hondo surco izquierdo de esas cuatro camisas.  

8 comentarios:

  1. Bello!!! y claro que lo llenarás... y andará tu amigo pegado a tus días con una realidad que sorprenderá, ya lo verás. Un beso grandeeee

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  2. No sé si bello, Melissa, pero sí sincero. Ahora que hablamos de eso, recuerdo lo que escribiste sobre tu amiga. Creo que "antenas" así de similares para la vida es la razón de que tú y yo también seamos amigos.

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  3. Claro que sí, Mila. De más está la duda o la modestia, porque tu hondo surco izquierdo tanto como el de tu amigo llevan talla extra.

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  4. Gracias, Yanetsy. Afectos gratuitos (como único pueden ser los afectos) como el tuyo inspiran a cargar la vida con la izquierda.

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  5. Jajaja me rio y no es de burla es también por respeto al homenaje diario que podemos haecer a un buen amigo. Te admiro mi hermano. Que la paz siga contigo esta navidad. Un barazo de mis muchachos y de Xeres y Mío. Te queremos. Lima

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  6. Puedes reír, Lima, porque este amigo vivió riendo y se fue de la vida sin miedo, tranquilo de cuánto bien le hizo a cientos de pacientes como yo y cuánto dejó en amigos como yo, regados incluso por otros países. Gracias por aparecer de vez en cuando. Un beso a Xeres y a tus niños. El abrazo de siempre para ti.
    Enrique

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  7. Ya late el amigo, Enrique. Ojalá un día la vida me premie del modo en que lo hace contigo, y claro está que no hablo de camisas. Si un día la familia de mis amigos -si se van antes- me llamasen, serías la primera persona en quien este amigo tuyo pensaría, y no podría esconder ni disimular mi agradecimiento hacia ti. Gracias otra vez por este epitafio de la amistad y la ternura, aun después de la muerte.

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  8. Gracias a ti, Abdiel, porque siempre que vienes por aquí me demuestras que no estamos locos los que creemos que sin gente mejor no hay mundo mejor posible. El amigo de esta estampa, como tú y otros, son buenos ejemplos. Todos usamos las mismas camisas.

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