Hace unos veinte años, lejos de aquí, el viejo Gera todavía vivía a dos casas de la mía, pero siempre le quise, y me quiso, como si nos cobijara el mismo techo. Era pescador, igual que mi padre, sólo que a él le duró más la marea: estuvo en su barco, firme como buen patrón, hasta que el almanaque y las enfermedades le armaron un motín. ¡Que esos dos no respetan a nadie!
Una vez pasé una semana “afuera”, en la cayería que le mira la barriga hinchada al mapa de Santa Cruz del Sur, y Gera me llevó en su barco para que aprendiera cómo se pescaba en grande. De aquel lance me quedó el pargo más hermoso que recuerdo, de un rosado Rapunsel, tan delicado que en casa nadie quería comerlo.
Con Gera y con su Marina (¿qué otro nombre puede tener la mujer de un pescador?) me sentaba en el piso, en el portal de la casa buena que jamás pudieron terminar, a escuchar esas historias infinitas que continúan cuando el mar mismo se ha acabado. Todo se resumía en los pejes, las olas, los ciclones, los barcos y, por supuesto, los hombres que pueden reírse de todo eso con apenas un cordel de pescar. Así fue hasta el día que un capitán oscuro lo enroló en la nave de la muerte.
Yo encayé en este Camagüey que no sabe nadar. Yo he descubierto un trozo del mal mediterráneo. Ya casi no voy por Santa Cruz, pero cuando llego y doy una vuelta a su Marina, en el mismo portal de aquella adolescencia se me escapa el impulso de preguntar por el amigo: “¿Y por dónde anda Gera?”
Mientras arponeo memorias imagino que la tierra que un día lo cubrió no le haya quitado su timón de mando. Se fue en short y descalzo y olvidó la camisa; se fue con tantos soles en la piel, tantas historias de a bordo, tantos peces en las manos, tanto sudor en la sal, que es increíble que no siga navegando.
Por eso puedo ver su cosecha de ahora, puedo verle adornada su eslora de huesos con sonrisa de vital calaGera, puedo ver su cubierta cubierta de esqueletos de peces.
Estoy erizada y con un sabor extraño en la conciencia... qué manera tienes de hacerme desvariar!!!!... tienes que volver al mar y no dejar de narrar nunca, nunca.
ResponderEliminarA Gera también lo cubren pedacitos de letras y tinta. Un beso.
Melissa: Esta es la gente sobre las que asentamos nuestras raíces. Gera fue un ser anónimo, como tantos, que sin embargo escribió una vida ejemplar. Descuida, yo volveré al mar, no sé los cuándo ni los por dónde, pero lo haré. Y mis manos de escribir irán conmigo. Me llevaré también tus Ojos.
ResponderEliminarHermano la nueva línea aumentó considerablemente tu producción de...nostalgias. No, en serio, excelente
ResponderEliminarNo, qué va, esas nostalgias andan conmigo siempre. Que salgan ahora es otra cosa. ¿Habrá alguien que pueda sustraerse del camino que lo trajo hasta aquí? Bueno, Rafelito, gracias de nuevo.
ResponderEliminarel mila siempre me ha parecido extraña la relación del hombre y el mar, y las cosas de pueblos marinos y eso. en el fondo sé que es porque no la entiendo, no la he vivido, lo supe mejor con este post.
ResponderEliminarAlejandro: En realidad lo difícil de entender es esta vocación terrícola del hombre. Recuerda que la vida, tal como la conocemos, nació en el agua, y que minutos después de que mamá y papá pasen entre ellos el mejor rato de nuestra vida (el que nos crea) comenzamos el viaje en un medio subacuático. Después nos pasa como a Colón, que con los gritos de ¡Tierra! pareció olvidar por un instante que toda su gloria le vino del agua. En fin, sin aburrirte (¿o ya es tarde?), yo creo que veras que el agua, y en particular el mar, es de lo más sano y hermoso que nos puede tocar. Cerca del mar hay de todo, por supuesto, pero al menos yo, conocí en ese entorno a la gente más buena que haya visto. Gracias, hermano.
ResponderEliminarMila, yo- a diferencia de Alejo- si soy una acuática perdida y entiendo. De nada sirve que me hayan parido en este trozo de "mal mediterráneo", el mar me llama con fuerza poderosa y no puedo estar mucho sin ir a verle. Te propongo viajar pronto, un día de estos, a santa Cruz. No dudo un instante de la veracidad de tu Gera, porque también allá conocí yo a personas de entereza y magnanimidad tremendas. Estoy también echándole mucho menos a tu tierra, hace meses me pronostico el viaje y no atino. ¿Vamos?, anda!
ResponderEliminarSí, María Antonieta, Gera fue un ser real y concreto. Hace pocos días hablé con su viuda y la charla fue un recuento de cariños. Ellos son de esa especie de viejos adorables que marcan cualquier infancia.
ResponderEliminarMila, te dejo aquí (porque creo que es donde de estar) un correo que me hizo llegar Yailin para ti, de una lectora. Un beso:
ResponderEliminarDe:
M e dirijo a usted con el más profundo deseo de que de alguna manera pueda hacerle llagar al periodista camagüeyano Enrique Milanes León quien escribiera la crónica del periódico Juventud Rebelde titulada “GERA” del pasado 4 de febrero del 2012,en su pagina 2.
Yo vivo hace 30 años en la provincia de Pinar del Río aunque soy de Santa Cruz del Sur , este mismo tiempo hace que no veo a este amado muchacho, he quedado muy conmovida con su crónica y les ruego de todo corazón que le comunique de alguna manera lo que me inspiro su redacción que le escribo a continuación.
Iraida Díaz Díaz (hija de Gera)
Nunca mi padre pensó que un día la semilla que sembró fuera a germinar, hombre de poco soñar, y sí de real grandeza, siempre alzó la cabeza y al muchacho fue a enseñar y llevándolo hasta el mar, él, saco su deseo de pescar, nunca pudo olvidar a “Gera” el pescador que siempre con amor su mano quiso estrechar.
Este redactor aunque tímido y callado, por lo menos cuando niño, aprendió la lección del vecino que no vio lo que acaba de escribir. Un pasado que se fue, un presente que tal vez quisiera reanudar y como ha dicho antes, su ancla vino a parar a la llana y seca ciudad, la tierra del Tinajón y con su pluma como arpón pescando letras esta, escribiendo la verdad de historias desconocidas, periodista humilde y sencillo, me quito yo mi cintillo y reverencia hago para ti, por tu bella redacción dedicada a mi padre que no esta, pero vive para siempre en escritores como tu, gracias, gracias, Enriquito Milanes León, sigue siempre de cañón disparando con amor, tocando el corazón a la gente de tu pueblo.
Para mi eres esponja marina, arena fina, coral, perlas que en el mar están difícil de encontrar, eres tan grandioso y fuerte como un tsunami, Se que un día vas a triunfar como lo hacen los grandes como lo hacen lo gigantes que salen desde la orilla, hacia el ancho mar.
Saludos cordiales
Nota: puede escribirme.
Melissa: Tú siempre trayéndome alegrías. Esta muchacha es una de los muchos hijos de Gera. Todos ellos son gente buena y valiosa, como sus padres. Ellos y otros me hacen recordar con agrado la infancia y entender adónde debe mirar mi futuro. Gracias por ser mensajera del bien.
Eliminar