Si no fuera estrictamente cierto, no resultara gracioso. Yo, que pasaba por aquella escuela, quise guardarles un trozo de mi sonrisa.
—¡Uno, dos, tres, cuatro…!
—¡Uno, dos, tres, cuatro…!
Se veían risueños, sobre el césped, en la clase de educación física. Parece que calentaban para comenzar algún juego. El profesor indicaba:
—¡Arriba, a mover la cabeza a ambos lados, como si dijeran que no!
Un niñito le tomó la palabra:
—No voy a atender, no voy a estudiar, no voy a portarme bien, no voy a hacer la tarea…
También yo voy a decir que no: no sé cómo le saldrán las cosas en otras asignaturas, pero aquel ejercicio, lo que se dice aquel ejercicio, le salía al bellaco con toooda la perfección del mundo.
jajajaja, podría ser un bellaco... pero era uno muyyy inteligente, jajajajajaja
ResponderEliminarMe alegra estar de vuelta en tu caimán :)
El niño lo tiene muy claro...
ResponderEliminarMarian: ¡Qué bueno que sube tu marea hasta aquí! ¿Sabes?, no sé por qué ese niño se me parece a ti. Sin conocerlos personalmente, los quiero a ambos.
ResponderEliminarClaro que sí, Yuris... ¡Los niños, siempre tan sabios!
ResponderEliminarqué niño!! y qué Enrique!! un abrazo
EliminarLeydi: Ese es un post de Enrique el niño; el viejo le pelea un poco, pero él no le hace mucho caso...
ResponderEliminarLos nenes.... candela!!!! jajajajja... muy bueno...otro beso
ResponderEliminarAsí, pícaro pilluelo como ese, espero sea tu primer niño.
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