Hay gente la mar de aburrida. Parece que en aquella familia escaseaban los nombres: John Quincy Adams no solo era hijo de John Adams, sino que siguió los pasos de su viejo hasta la misma presidencia norteamericana: en tiempos distintos, papá fue el segundo mandamás y bebé, el sexto escuchamenos.
Que no falta burocracia en las oficinas de Dios y a menudo envía los castigos con original y copia. El hijo de marras, digámosle John el Corto, calcó gen a gen el odio anticubano de su padre. Y como quería darle altura a su ojeriza, proclamó en 1823 una teoría que, según él, se caía de la mata.
Era la idea de la gravitación política, más conocida como de la fruta madura. Sencillo, diría mi abuela: resulta que él "descubrió" que, como fruta separada de hispano árbol, Cuba no podría, aunque quisiera, dejar de caer al suelo... estadounidense.
Inteligente como había sido, Isaac Newton no hubiera esperado por esta manzana para descubrir lo suyo. El mundo estaría aún con los textos de física a medio escribir, huérfano de gravedad y muy aburrido mirando el arbolillo.
Pero bueno, no todos pueden ser genios. El hallazgo teórico del yanqui padecía un error nefrítico, una piedra impresa, un ambidextro dolor de escroto que desde entonces le impide progresar. La persistencia en su rama de esta isla amanzanada lo demuestra: en bosques de la política, lo más normal del mundo es que se caiga… la fruta inmadura.
Genial!!! excelente manera de narrar. Pediré que incorporen esta crónica a los estudios de historia, segura estoy que los niños aprenderían mejor. Un beso.
ResponderEliminarMelissa: Tú generosa, como siempre. ¿Te imaginas yo en un libro de Historia? Creo que me sentiría raro y me llevaría todas mis letras de allí. Cuando los niños lo volvieran a abrir estaría en blanco: sería entonces un libro de dibujo.
ResponderEliminarNO, eso no te lo perdono, cómo te vas a llevar tus letras del libro??? no, porfa, quédate... te aseguro que no hay narraciones mejores que esta para aprender. Un besi.
EliminarEstá bien Melissa, las dejo. Pero si tus niños se quejan no me reclames. Un beso.
EliminarMila, solo tú logras hablar de estas cosas así, tan genialmente. Qué se empachen sin manzana los del Norte, si van a esperar por nosotros, creo que se nos mueren los vecinos de hambre.
ResponderEliminarGracias, María Anttonieta. Coincidimos: cuando el mal es de atacar, no valen guayabas verdes.
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