viernes, 17 de febrero de 2012

Ladrón de espejos

Ignoro si tenga algún significado esotérico o el asunto es meramente lucrativo, pero lo cierto es que en las tiendas de divisa se vende actualmente una avalancha de espejos.

Me he dicho que tal vez sean cristales del Ártico o pedazos de glaciares cortados en el penúltimo momento del mundo, poco antes de que el clima cambie su sexo para siempre. Habrán sido traídos en barcos llenos de luz que de seguro encandilaron al mismísimo compañero Sol.

Y aquí están: espejos redondos, rectangulares, ovalados, cuadrados y triangulares. Espejos negros, blancos y mulatos aunque lleguen de la China. Espejos grandes y chiquitos —generosos ellos— que adoptan la forma de quien se les para en frente. Conozco de algunos que precisan hacer grandes esfuerzos para copiar, al borde mismo del quiebre, ciertos modelos que les toca en suerte.

Por la calle se ve a la gente en cristalina peregrinación: muchos individuos felices con un espejo bajo el brazo, ignorando —me refiero a los individuos— que este objeto doméstico tiene la mala costumbre de multiplicarlo todo por dos, incluidos los problemas.

Pero bueno, nadie me tome por enemigo de la prosperidad. Es cierto que no he comprado ninguno, sin embargo a cada rato me beneficio de este brillante mercadeo: voy a la tienda, paseo un poquito por aquí y por allá, vigilo las cámaras de seguridad para robar desde ángulo seguro algunos grados de aire acondicionado y un que otro decibel de la balada que ponen, y por último me paro en frente de uno de ellos para enterarme si al fin he subido alguna onza de peso.

No les niego que al principio me daba un poco de miedo, mas ya no. Me percaté de que la gente no se entera de nada ni sabe exigir sus derechos de consumidores: hasta ahora, ninguno se ha dado cuenta de que llega a casa con un espejo ya usado por mí. 

6 comentarios:

  1. jajaja, qué bueno te quedó!! bien, eso es redundar...de sobra lo sabes que escribes bien, solo que a mí me pagan un salario mensual por recordártelo..jaja. Voy a llegarme a Camaguey a ver si encuentro un espejo con tu imagen.

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    1. Bueno, si vas a venir, busca un espejo mejor. A propósito, ¿quién te paga ese salario por mentir? Mira que si se descubre que mientes nadie va a recibir tus botellas. De todos modos no importaría; yo las tomaría todas y me haría una bodega de post añejos con los cuales emborracharme de vez en cuando. ¿Con cuántas líneas de tus post crees que me emborraches...?

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    2. ah, habría que hacer un estudio...
      pero Enrique, quién dice que es mentira lo que he dicho??? El primer comentario que te dejé en tu blog, la primerísima vez, decía: "cuando sea grande quiero escribir como tú" y como ahora lo reafirmo, es señal de que no cambio mucho de opinión..eh??? jajaja

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    3. No cambies, Leydi (aunque la sugerencia me sea muy conveniente) porque esa fidelidad que te distingue explica la adicción de este caimán a beber estampas en tus botellas.

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  2. el mila un espejo es una cosa inútil asere, la gente siempre se mira a los ojos, y así les parece que nunca cambian... además, económica y lógicamente hablando, un espejo no es más que un vidrio plano embadurnado por una cara con una emulsión química a base de plata, cromo o mercurio.... o sea que no somos tan indios para pagar X CUC por eso... es mejor ir a la fuente del casino....los días que tiene agua, claro, jejeje.

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  3. Pienso como tú, Alejandro. En parte por eso me inventé este post, para burlarme respetuosamente de la espejadera actual. Leyendo tu comentario entiendo mejor mis reservas en el asunto: me gusta tan poco la química...

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