martes, 28 de febrero de 2012

Una muy rara enfermedad

Se acaba el mes, pero su fin tiene tintes especiales.

Este ha sido uno de esos meses que nacen con enfermedad congénita, tal vez hasta hereditaria: el más reciente hijo de Don Noviembre y la Señora Diciembre nació con cierta prolongación, una especie de cola que siempre despierta, calendario afuera, los malos augurios.

El muchacho parecía bastante normal, se le vio de vez en cuando algo abrigadito, recogido en casa, aunque la maledicencia, que a menudo tiene 366 lenguas, solía comentar sus repentinas calenturas, sus sorprendentes lloviznazos, su temperamento cambiante de la noche al día.

Así y todo creció, amó a su manera y ahora está listo para dejarnos con el niño Marzo su descendencia primaveral.

Lo leí en su historia clínica: cuando sus padres le llevaron al médico, los exámenes fueron concluyentes: padecía una enfermedad llamada bisiestismo crónico. No puede operarse porque, si se la cortan, no solo pierde toda opción de placer; también fallece antes de tiempo.

Dicen que estos pacientes suelen multiplicar los decesos. Yo creo que no; el compadre Febrero, por el contrario, amó tanto la vida que nos costó un día más convencerlo de que se fuera de este mundo.

2 comentarios:

  1. jajaja, cuando leí el título pensé que ibas a referirte a los que nos enfermamos de caimán-adicción, pero sé que la sensillez no te lo permite, por eso te guardé otro pedazo en mi botella de mañana, solo para ti...

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    1. Leydi: Esperaré ese botellazo aquí, a la orilla de mi ciénaga. Si te enfermaras tengo el antídoto: sopa de uñas de caimán. Tú solo avisa.

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