miércoles, 29 de febrero de 2012

La Ileída y la Leydisea

Como ciertos héroes de Homero, Leydi Torres parece llevar la marca de la tardanza. 

Debimos tenerla en la guerra de independencia del siglo XIX para limar diferencias entre camagüeyanos y villareños. Sin mucho esfuerzo, hubiera cambiado la Historia de Cuba. Pero no importa; aquí está un siglo y pico después y nadie dude que ella, que ha alojado en su blog santaclareño todo un enjambre de páginas camagüeyanas, podría haber puesto de acuerdo a los más tercos mambises.

Al evento de cronistas en Cienfuegos también llegó tiempo después de que los asistentes habituales marcasen sus camas y cucharas con créditos “intimidantes”. Les juro que, juntos, Pepe, Michel, José Aurelio, los Jesuses, Juan, Francisco, Yamil… im/presionan a cualquiera, sin embargo la pequeñita se construyó, con artes de abeja y fuerza de hormiga, un espacio respetado.

Ahí donde ustedes la ven, con su cara de angelito, Leydi pudo terminar en la cárcel. Resulta que al final de la carrera se empeñó en hacer su Trabajo de Diploma sobre el maestro Luis Sexto y alguien adujo que eso no era posible… porque el estudiado (solo “estudiable” en ese instante) estaba vivo. Y conociéndola, sé que ella tuvo que haber pensado en matar a uno de los hombres que más quiere, con tal de poderlo honrar. Por suerte para todos, triunfó  la crónica transparente (sin rojo y sin amarillo) y del incidente quedaron una tesis brillante y el gran periodista intacto, por los libros de los libros.

El colmo de la morosidad Leydiana fue una carta que me mandó. Quiso escribirme una carta de verdad, en papel, de las que ya no venden ni en las shoppings, para enviármela dentro de una botella. No se atrevió a usar ese envase con tal de no sobrecargar a la improvisada cartera, sin embargo no cejó.

En un sobre amarillo, la epístola de Leydi rompió todos los récords de tiempo y burocratismo de Correos de Cuba, que según dicen los gentlemen de Guinnes son cosa de otra galaxia: llegó a Camagüey, se acomodó en el maletín de la portadora, echó una larga siesta, días después regresó a Santa Clara, se tomó una licencia sin sueldo e hizo reposo de voz para partir a La Habana (que también a las cartas guajiras les gusta pasear por la capital) desde donde hizo el viaje Camino a Camagüey, tal vez tarareando la canción de Silvio.

¿Ustedes piensan que ya, así tan fácil, recibí la esquela…? ¡Oh, ingenuos destinatarios de este post…!  La misiva (que a esas alturas yo ignoraba si era realmente mía o era la susiva de alguien más) venía convoyada con otros envíos. Y aquí en Camagüey, aquellos viajeros escritos, muy encariñados después de tan larga convivencia, tomaron, llorosos, caminos diferentes: uno fue a encontrar a Alejandro, otros a las dos María (Antonieta y Teresa), otro a Carmen Luisa y otro preguntó por el inquieto Rogelio. 

Es verdad que, lanzada al mar en una botella, la carta hubiera llegado antes a la playa que no tiene Camagüey. Pero al fin siempre hay un fin: un día recibí su delicada grafía villareña; juro que ya no recuerdo ni cómo ni de manos de quién. De lo que sí estoy seguro es que cada letra tejida por la amiga le dio valor a la espera.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        

10 comentarios:

  1. Enrique!!! de verdad esa soy yo? Por Dios, me dejas sin palabras... Al parecer este ha sido otro d'ia de coincidencias, como cuando los dos escribimos de ciclones, porque yo tambi'en dej'e un Quijote hoy, precisamente hoy, en mis botellas... Un abrazo fuerte como el de Cienfuegos.

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  2. Leydi: ¿Tu pregunta se refiere al grabado? Yo creo que sí, puedes ponerlo en tu carné de identidad. En serio, me alegra este cruce de ciclones. Un abrazo.

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  3. no, mi pregunta se refiere al cronista que me permite poner una foto nueva en mi carné de identidad..

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  4. Bueno, Enrique, nuestra Leidy también se va temprano, como en el útimo encuentros de cronistas, que por ir detrás de una "botella" nos dejó sin abrazos. Después me di cuenta que nunca se fue, sino que llegó (la primera en esa ocasión en marcar cama y cuchara) para quedarse. Y tú con ella. ;)

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  5. Sí, Nyliam, definitivamente es todo un personaje de crónica esta Leydi. Espero hagamos el análisis juntos, los tres, un octubre o noviembre de estos. Es un gusto verte por aquí; por favor, acostúmbrame.

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    1. Pero que retrato tan (su)realista de nuestra pqueña gran amiga!!!!!!!!Claro, que fuera de nosotros los mortales si no existieran ángeles como ella, que parace que vive en varios sitios y fechas a la vez?....gracias Enrique por este post tan merecido...y por tus mágicas palabras siempre en su justo lugar.
      una abrazo para todos los amigos de mis amigos
      elisa

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    2. Gracias a ti, Elisa Beatriz. Me complace saber que este "boceto" de la amiga común te parece un retrato. Es que, sabes, ella es muy inquieta y se "movía" mucho frente al aprendiz de pintor. Un abrazo para ti también.

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  6. Nyliam:
    porque sé que no acostumbras a dejar comentarios -aunque lees cada una de nuestras letras- es que te agradezco tanto que hagas esta excepción para opinar sobre mí.
    Por Dios, los extraño mucho. Cuánto falta para octubre o noviembre???

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  7. Dice la biblia y a mí me encanta citarlo que nunca andarán dos juntos sin antes ponerse de acuerdo. He aquí la magia de las coincidencias de Leidy Bottle y el Caimán, pródigos ambos en afectos, bondades y genialidad, es natural que nos sorprendan en más de una ocasión.
    Yo, por mi parte de nube, me alegro de haber sido bendecida con la tardanza de estas botellas que mienta Mila. No importan los altos o vueltas que de el cariño, si al final llega a puerto seguro.
    Un beso grande a Leydi, que es- sencillamente- un ser especial y un gracias grande al Mila (que lo mismo) por esta revelación.

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    1. Bueno, María Antonieta, pues en este caso no hay más que parafrasear a los pioneros: todos felices aquí. Claro que Leydi es especial, como todo buen cronista. Por eso sus botellas no se agotan.

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