No hace tanto, directo al oído del país, Raúl Castro dijo algo estremecedor: nooo quieeere secreeetos. Y para certificarlo, nos lo dijo en público, levantando en vivo sintagmas osados que contradicen sus 80 años cumplidos.
No hace nada, fui a una empresa, una de tantas. Algún jefe de alguna cosa pasó apurado y, amable, me comentó:
—No puedo atenderlo porque tiene que ser el director. Si no estuviera el director…
Este jefe fugaz, ave de pose, especie de cometa con cargo, no fue el único en su tipo. La relacionista pública era una muchacha dulce que, mientras hacíamos la antesala del único diálogo allí permitido, en un acto sublime de relaciones privadas me susurró más de una vez:
—Por favor, estamos hablando, pero entre nosotros… las cosas de verdad de verdad las dice el director.
Y en honor a esa verdad de verdad, el director no era tan fiero como lo imaginé. Encontré a un ingeniero joven, al parecer bien preparado, que me respondió las preguntas, me acompañó por la empresa y reconoció incluso la pequeñez del salario de sus trabajadores, pese a lo mucho importante que hacen.
Parecía, en concreto, eso que en Cuba llamamos un buena gente, pero nadie es perfecto, señores: ya a su edad padece un serio problema de salud, enfermedad crónica trasmisible. No sé si sería que Raúl nos secreteó muy bajito, lo que sí sé es que este director general no pudo escucharle nada.
Súper!!! así es, andan aún por ahí personas con oídos bien tupidos. Un besi.
ResponderEliminarGracias mil, gracias, Mel. Si sumamos las sorderas, las cegueras, las narices sin olfato, la falta de tacto y el mal gusto con que nos tropezamos a cada rato, podríamos decir "¡se quema mi familia...!"
EliminarDe ése mal padecen muchos....
ResponderEliminarmariposas
cl
Sí, Carmen Luisa, la sordera está más extendida de lo que los médicos creen.
Eliminar