Por alguna razón, desde pequeña, la ola tenía fobia al agua y se resistía a aprender a nadar. El tiempo le dio la razón: una vez dominadas las brazadas, en un estilo libre digno de olimpiadas, la gran ola murió no más llegada a la costa.
Leydi: El mar hará contigo como esas fieras nunca domesticadas del todo: te dejará vivir mientras le des en la boca su comida embotellada. Serás una mensajera centenaria.
Yanetsy: La seguridad en el mar es algo bastante relativo, es cierto. El apoyo y punto de partida sí creo que son indudables. No conozco a nadie que provenga de él y no le inspire cosas buenas.
ups, no me digas eso, mira que yo tampoco sé nadar... Ah, pero tengo un pacto con el mar, porque le lanzo botellas...
ResponderEliminarLeydi: El mar hará contigo como esas fieras nunca domesticadas del todo: te dejará vivir mientras le des en la boca su comida embotellada. Serás una mensajera centenaria.
ResponderEliminarBueno, bueno... pero que las olas resurgen, al menos, quiero pensar así. Un besoteeeee.
ResponderEliminarYo también quiero pensar así, Melissa, pero esta es la historia real de una ola ya fallecida. Me la contó una de sus hijas.
ResponderEliminarAunque se han declarado devotos del mar, no sé por qué intuyo que tampoco ustedes hallan seguridad y apoyo y punto de partida en él.
ResponderEliminarYanetsy: La seguridad en el mar es algo bastante relativo, es cierto. El apoyo y punto de partida sí creo que son indudables. No conozco a nadie que provenga de él y no le inspire cosas buenas.
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