Bastón en mano, la anciana subió aquella guagua atestada de gente.
Pidiendo tímidos permisos entre cruces humanas, avanzó por un pasillo que sentí túnel de luz de kilómetros de nubes.
Pidiendo tímidos permisos entre cruces humanas, avanzó por un pasillo que sentí túnel de luz de kilómetros de nubes.
Pensé que las canas sugerían su muerte porque, cual si fuera ángel levitante ajeno a los terrícolas, nadie le tomó una mano o le ofreció algún alivio.
Muchos, carentes de ojos aptos para lo espiritual y de alcance hasta el más allá, ni siquiera la vieron.
Por fin la nube de canas llegó a la zona que buscaba y rogó, con voz de unas ocho décadas:
―Por favor, el asiento de los impedidos físicos...
Solo alertada por esa suerte de susurro celestial, una jovencita se paró y la viejita, camino al hospital, acomodó aliviada ese cuerpo cansado de tanto llevarla por el mundo.
Pese a todo, en una esquina distante, yo aprecié en el final “feliz” de esta historia un desarrollo más que vergonzoso.
Hay ángeles que nos rozan y no los vemos...Hay otros que, entre tanta carne y espina, caen de su nube. ¿Y si pudiéramos escapar de lo terrenal un momento, subir por la escalera grande o por la chiquita -qué más da-, y tratar de confundirnos con los alados? A veces quiero parecerme a ellos, o debo decir: a veces quiero parecerme a ti. Si el caimán y sus aguas son tus alas y aureola...aunque pises tierra, tal vez también eres un ángel. Abrazo.
ResponderEliminarGracias, Anays, por ese piropo puro. Da deseos de ser mejor.
EliminarCierto... cada vez hay menos verguenza y más ángeles.
ResponderEliminarMenos mal que aun quedan los caimanes que cuentan las historias.
Menos mal, también, que cuando más se enrarece el mundo podemos mirar al Mar.
EliminarTienes todo la razón... triste realidad que nos desgarra a cada paso....
ResponderEliminarmariposas
cl
Así es, Carmen Luisa: Debemos montar un destacamento de terrícolas de la guarda para proteger a esos ángeles.
EliminarAsí es Mila, también hay muchos finales que no son felices. Gracias que tu vines y los salvas con unas letras. Un besi.
ResponderEliminarOjalá, Melissa, pudiera yo salvar más de cuatro cosas. Pero al menos las converso aquí con gente como tú para ejercitar el alma.
ResponderEliminarAsí mismo Mila, uno a veces solo queda en la impotencia ante realidades lamentables, pero ¡aún nos queda el alivio de la palabra! Y la letra no tiene fuerzas escasas.
ResponderEliminarSí, Rogelio, yo reconozco la fuerza de la letra. Lo que a veces uno duda es de si encontró la precisa. Pero el asunto está en no desistir.
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