A veces pienso que mi familia lleva en la sangre el rechazo a la sangre. Somos seres antivampirescos: el trago preferido del Conde sería para nosotros la cruz cegadora. Mi gente más cercana tiene incorporada una aversión que nos espanta del líquido rojo en la vida real y hasta en el cine más torpe.
De tal suerte, esos thrillers en extremo taquilleros que pululan por ahí nunca han logrado sacarme un peso del bolsillo. No me creo tacaño, pero tampoco voy a pagar por un mal rato.
De mi cabeza reiteradamente rota y mis heridas eventuales lo que menos me afectó fue la piel (esa tela nuevecita con que me vistieron mis padres y que yo he cuidado tan poco) cortada, sino el consiguiente derramamiento de mi compañera sangre.
Pero entre los míos hay quien supera mis records. Mi hermano Ángel, que ronda los 1.90 de estatura, me dejó chiquito también en este asunto.
Hace un montón de años, Iván (el menor en mi camada), mi sobrina Yusleibis y yo jugábamos beisbol frente a casa. Nuestra pelota pasaba de pobre: era una pequeña lata de conservas aplastada. En cierto momento de clímax uno de nosotros bateó de hit aquella cosa que fue a parar, (in)justamente, en la frente de La Yuya.
El resto ya ustedes lo suponen: susto, corredera y búsqueda de un médico. Allá la llevó Ángel, uno de los mayores. Pues bien, cuando mi hermana Martha (madre de la “atleta” lesionada en el partido) se enteró, fue al hospital, adonde llegó agitada, puro nervio. Encontró a su hija, fresca como una lechuga, con unos relucientes puntos de sutura en la cabeza... echándole aire a su tío desmayado.
jajaja, qué cosas!!! el tío la lleva y la sobrina es quien tiene que atenderlo a él??? pero, vaya, de verdad nunca podrás ser vampiro... (qué tranquila me quedo)
ResponderEliminarNo Leydi, creo que a un vampiro playero no le iría muy bien. Eso solo lo logró Juan Padrón. Puedes postear tranquila... mientras no me mandes una botella de sangre.
EliminarJajajaja, yo soy al revés, siempre me gustó ver cómo me sacaban sangre. Seré familia de Drácula??
ResponderEliminarPuede que lo seas, Mar. Por si las moscas, de ahora en adelante te leeré con las manos en mi cuello. Por cierto, ¿qué luna toca esta noche...?
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