Lo tengo en frente, apenas a un metro de mi computadora. Está inmenso en su boina de blanca estrella, en su vaina de limpia semilla de germinación constante.
Lo siento cerca y a veces, alma en el asma ahogada, me dicta con acento austral cuanto he de escribir en letras caribeñas con música que no entiende.
A menudo marca, sugiere y borra. Y también viceversa, mas no le replico, pues tiene ojos difíciles de enfrentar. Muy de vez en cuando me da —en sueños míos— una palmadita.
A unas cuartas de estas manos que teclean, el Hombre logra cada día salirse del cristal, cambiar un pedazo del mundo y volver por cualquier atajo para que sigamos creyéndole quieto.
No le he preguntado su opinión, pero quiero pensar que esta Isla nuestra que le dimos —y nos devolvió en carta antes de un viaje— es como el marco del cuadro suyo que describo: tiene una pequeña franja carcomida, pero sigue entera y firme, y sana y limpia, y dura y tierna, en el corazón de su madera. El Che Guevara no acepta menos.
Enrique!!
ResponderEliminarquién escribiera al Che palabras tan limpias!! Yo, que lo tengo más cerca en distancias -en Santa Clara- y mo devuelves tú. Verdad que eres grande, verdad que tu caimán es bueno!!! Por eso siempre regreso a él.
Lo sé, Leydi. Gracias por volver siempre. Mi caimán te agradece el trillo de afectos que has hecho hasta su charca.
ResponderEliminarJajaj, hermano, tu escrito me produce un sana alegría por eso la gráfica de risa. Me haz cautivado la tarde - noche de mi patria.
ResponderEliminarJosé: Me alegra que este texto te haya hecho bien. Un saludo.
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