Lo lógico era que un día con aguacero, del cual tengo ya el recuerdo, aquella casa sureña viera pasar mi cadáver, despidiera mis momentos, me enterrara y al final pusiera en torso de tablas un mensaje muy postrero:
—En esta casa nació un señor muy joven viejo con unas ganas enormes que no le daban talento.
Pero tampoco a la lógica le escasean los entuertos. Tal vez un jueves, cual hoy, de húmedos húmeros huesos, quizás un día de otoño, un huracán la mató sin perdonar mis recuerdos y yo le escribo, le escribo rodeado de heraldos negros, su epitafio vallejiano justo al nordeste del pecho:
—En este hombre que prosa estas letras sin un verso, sigue viviendo una casa que se le agranda aquí adentro.
Bello!!!! en ti vive tanto. Eres grande, mucho, un besi.
ResponderEliminarMelissa: Bella tú. Y dices mal: no soy grande; soy flaco. Pero así agradezco tu gesto. Un beso.
EliminarEres un poco mago, Enrique. Me encantó. Abrazo.
ResponderEliminarAnays... ¡si yo fuera mago...! Entre las cosas que hiciera estaría dar a amigos como tú el toque de la felicidad.
EliminarSorpresa! Estoy en la PC de una amiga y parece que ¡al fin! puedo comentar en tu blog. ¿Quién te dijo que no hay poesía en esos recuerdos tuyos? Baby
ResponderEliminar¿Viste, Baby, que el periodismo no tiene momento fijo? Ya puedes comentar. Se aceptan opiniones retroactivas.
Eliminardefinitivamente sí has de ser un poco mago, y genio... porque estas letras no son del común de los mortales... eres genialmente mago! es magia pura...magia.
ResponderEliminarUn abrazo, y dos..
Una y dos gracias, Leydi. Lo que pasa es que no todos los seres humanos pasan por la experiencia de ser huérfanos de casa. Como todo doliente, yo le imploré al ciclón Paloma: "¡No te la lleves...!" pero ya se sabe que los ciclones no son muy sensibles que digamos. Un beso.
ResponderEliminarah, bueno...ah, bueno..¿y puedes decirme a qué ciclón le debo implorar yo para que vayas este año a Cianfuegos?... tanto lo recuerdo, a ver si la que no va soy yo.
Eliminar¿Sabes, Leydi? Ya no hay manera de que yo no esté allí. Son tantos y tan buenos los amigos que, si pensamos bien, nunca falta ninguno, ni siquiera los que no hayan ido.
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